O cómo tener una vida apasionante y no saber contarla
(siendo escritor).
Cómo escribir desde unas circunstancias atroces y no llegar
a conmover al lector. Ni un poquito.
Cómo encontrar un título evocador, interesante. Y
explicarlo. Y volverlo literal. Y decepcionar.
Antes que anochezca
es la antiautobiografía.
Sin estructura, sin ritmo, sin coherencia, sin criterio.
Escrita rápido, y mal. Una simple sucesión de anécdotas,
totalmente lineal, un corta y pega de momentos.
Los personajes tan pronto son principales como desaparecen. Los
grandes reencuentros se omiten. Demasiado Coco Salá y muy poco Abreu.
No hay escenas memorables, a pesar de todo: del caso Padilla,
de nadar en la oscuridad, de Guantánamo sembrado de minas, de una celda inmunda,
de la embajada de Perú, de Puerto Mariel, de historia con mayúsculas y con
minúsculas, de conventos saqueados a partir de un agujero, de hambre, de pobreza
extrema, de discursos…
Reinaldo Arenas es encarcelado y su única posesión será un
ejemplar de La Ilíada (anécdota
desperdiciada).
Escribir es para él un consuelo: aun sabiendo que sus
manuscritos van a perderse, nunca dejará de hacerlo (mal contado).
El mar es el gran símbolo, la infancia, el erotismo, la libertad
y a la vez la prisión (no resuelto).
Etcétera.
Dice Reinaldo Arenas que “Cuba es un país que produce
canallas, delincuentes, demagogos y cobardes en relación desproporcionada a su
población”. También produce grandes escritores, y muchos de ellos están en este
libro, en los dos bandos. Y escritores malos. Reinaldo Arenas habla de
unos cuantos, poetas exaltados, hombres y mujeres a los que las circunstancias
los colocan de lleno en la literatura. En la mala, pero esa que es un desahogo,
un escape, y una maldición. Una literatura que es protesta, como la
homosexualidad, como la belleza, como cualquier diferencia. “La belleza bajo un
sistema dictatorial es siempre disidente, porque toda dictadura es de por sí (…)
grotesca”.
Reinaldo Arenas fue y sigue siendo un producto comercial. Lo
usaron las editoriales cuando estaba atrapado en un régimen que lo ahogaba.
Paradójicamente, dejó de ser un héroe cuando alcanzó la “libertad”. Renació
como producto cuando su vida se convirtió en película. Cuando le pedían que
moderase su denuncia, siempre contestaba que lo suyo era un grito, y que nunca
conseguirían aplacar ese clamor: “grito, luego existo”.
Démosle entonces el papel de gritador, porque el de escritor le queda grande.
Reinaldo Arenas
Antes que anochezca
Barcelona, Tusquets, 2002
PD: de autobiografías va la cosa, porque nuestra próxima
lectura es Vivir para contarla, de
Gabriel García Márquez, según Arenas, ese “pastiche de Faulkner (...). Su obra, además de algunos méritos, está permeada
por un populismo de baratija”.
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