19 de marzo de 2015

Antes que anochezca de Reinaldo Arenas


O cómo tener una vida apasionante y no saber contarla (siendo escritor).
Cómo escribir desde unas circunstancias atroces y no llegar a conmover al lector. Ni un poquito.
Cómo encontrar un título evocador, interesante. Y explicarlo. Y volverlo literal. Y decepcionar.
Antes que anochezca es la antiautobiografía.
Sin estructura, sin ritmo, sin coherencia, sin criterio.
Escrita rápido, y mal. Una simple sucesión de anécdotas, totalmente lineal, un corta y pega de momentos.
Los personajes tan pronto son principales como desaparecen. Los grandes reencuentros se omiten. Demasiado Coco Salá y muy poco Abreu.
No hay escenas memorables, a pesar de todo: del caso Padilla, de nadar en la oscuridad, de Guantánamo sembrado de minas, de una celda inmunda, de la embajada de Perú, de Puerto Mariel, de historia con mayúsculas y con minúsculas, de conventos saqueados a partir de un agujero, de hambre, de pobreza extrema, de discursos…
Reinaldo Arenas es encarcelado y su única posesión será un ejemplar de La Ilíada (anécdota desperdiciada).
Escribir es para él un consuelo: aun sabiendo que sus manuscritos van a perderse, nunca dejará de hacerlo (mal contado).
El mar es el gran símbolo, la infancia, el erotismo, la libertad y a la vez la prisión (no resuelto).
Etcétera.
Dice Reinaldo Arenas que “Cuba es un país que produce canallas, delincuentes, demagogos y cobardes en relación desproporcionada a su población”. También produce grandes escritores, y muchos de ellos están en este libro, en los dos bandos. Y escritores malos. Reinaldo Arenas habla de unos cuantos, poetas exaltados, hombres y mujeres a los que las circunstancias los colocan de lleno en la literatura. En la mala, pero esa que es un desahogo, un escape, y una maldición. Una literatura que es protesta, como la homosexualidad, como la belleza, como cualquier diferencia. “La belleza bajo un sistema dictatorial es siempre disidente, porque toda dictadura es de por sí (…) grotesca”.
Reinaldo Arenas fue y sigue siendo un producto comercial. Lo usaron las editoriales cuando estaba atrapado en un régimen que lo ahogaba. Paradójicamente, dejó de ser un héroe cuando alcanzó la “libertad”. Renació como producto cuando su vida se convirtió en película. Cuando le pedían que moderase su denuncia, siempre contestaba que lo suyo era un grito, y que nunca conseguirían aplacar ese clamor: “grito, luego existo”.
Démosle entonces el papel de gritador, porque el de escritor le queda grande.

Reinaldo Arenas
Antes que anochezca
Barcelona, Tusquets, 2002

PD: de autobiografías va la cosa, porque nuestra próxima lectura es Vivir para contarla, de Gabriel García Márquez, según Arenas, ese “pastiche de Faulkner (...). Su obra, además de algunos méritos, está permeada por un populismo de baratija”.

Nos arriesgaremos.



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