13 de marzo de 2015

La amortajada de María Luisa Bombal

No podrás morir.
Debajo de la tierra,
No podrás morir.

Jaime Sabines 


La amortajada se fundamenta en tres premisas principales: la observación,  la evocación y la reflexión. Ana María (ya amortajada) relata, según van pasando ante su lecho de muerte, la historia que la unió a cada uno de sus allegados, es decir, ellos son el desencadenante de sus recuerdos, y de su posterior reflexión; una vez que mira a estos personajes se produce la asociación mental que facilita su memoria de lo ocurrido y su análisis, lo cual la ayudará, después de muerta, a reconciliarse con situaciones que la perturbaron.
Desde el inicio se manifiesta la intención de la protagonista de contemplar con detenimiento lo que ocurre a su alrededor:
“Y luego que hubo anochecido, se le entreabrieron los ojos… era como si quisiera mirar…”.
Su observación anunciada por esos ojos entreabiertos que desean mirar, es restringida en el tiempo, solamente abarca unas cuantas horas, que van de la noche del velatorio a la mañana de su entierro, donde también se da la reflexión (una vez que vuelve de la evocación). El ámbito de ésta –de la evocación- en cambio, no es limitado, se hunde en las profundidades de un tiempo inabarcable, inmutable, que es su vida pasada, con sus amores, desamores, insatisfacciones…, por lo tanto su narración adquiere forma episódica, no lineal, porque es recuerdo, no acontecer.

Así, contrariamente a lo que pudiera parecer a primera vista, la acción de la obra se concentra en la parte del relato que lo enmarca (no en la retrospección) o sea, cuando la amortajada está observando, reflexionando; en este momento hay en ella una percepción activa del mundo que la rodea, a pesar de la falta de movimiento que implica el hecho de estar muerta (“se ve inmóvil”, “permanece rígida”),  ella presenta un gran dinamismo interno: “la lluvia la mueve a entregarse a una sensación de bienestar”, “siente vibrar en su interior una nota sonora”, “ella veía y sentía”; sin embargo en la evocación no hay actividad, es el ámbito de la inmovilidad, no solamente por lo que ésta presupone:  hechos suspendidos en el tiempo, sino también por la actitud de los personajes, cuyas experiencias de vida no han servido para modificar su conducta. Ana María habla con frecuencia de su pasividad, de su sensación de estar petrificada, lo cual contrastaría con el hecho de estar viva, por eso se nos plantea la historia como una remembranza, no hay posibilidad de movimiento, de cambio y es solamente la muerte la que acaba dándole sentido a su vida, únicamente en ese momento decisivo es capaz de comprender las situaciones que estando viva, se le escapaban. De esta manera se desdibujan las fronteras entre muerte-vida; vida-muerte, porque la muerte es algo indisolublemente ligado a la existencia e igual que se puede estar muerto en vida, alguna forma de vida puede negar la muerte, la desaparición total, de ahí la sensación de la protagonista de hundir sus raíces en la tierra, ésta es su manera de permanecer, de trascender, no desde el punto de vista del cristianismo, porque, si bien la rodean de todos los símbolos de esta religión: cirios, crucifijo, sábanas bordadas, velones…, ella en ningún momento de su reflexión hace referencia a la salvación cristiana, al contrario, la pone en duda, le “dice” a su hermana Alicia: “Estoy aquí disgregándome bien apegada a la tierra y me pregunto si algún día veré la cara de tu Dios”. Lo que sí ve y siente es su comunión profunda con el cosmos.


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