Comparto la idea de Elena respecto a lo
decimonónico de su autora, pero creo que cada autor es fruto de sus
circunstancias y de la situación histórica en la que vivió. Y, así Luisa
Bombal nació recién finalizado el siglo. Pero el pensamiento, las filosofías y los movimientos artísticos
desarrollados durante esos años no finalizan bruscamente con el término de un
año, década o siglo, sino que su ruptura se dispersa lentamente con el devenir
de nuevos años y nuevas generaciones.
Luisa Bombal, tal vez heredera, aún, de
ese romanticismo ya lánguido todavía sigue inmersa en ese modo de vida tan
trascendental, en ese gusto por la muerte tan característico de los artistas
del Romanticismo, en el que descubrían belleza, en ese aflorar tan intenso de
los sentimientos a través de los que manifestaban el arte y gobernaban todas
las acciones. Uno de ellos, la
admiración por la naturaleza y por asirse a la Madre Tierra con entrenzadas
raíces como el pelo de la mujer. Un
ensimismamiento romántico que se
prolonga más allá de la pintura de la época y cuyas reminiscencias Bombal
manifiesta con un lenguaje rico, casi florido, que deleitan la lectura y
amenizan lo que de otro modo podría llegar a ser tedioso por el lirismo del que
habla Elena.
Aunque tardía en la forma de manifestar
su creatividad, no por ello me desmerece interés.
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